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Channel: El blog de Antonio Piñero
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La infancia de Jesús. Revisión crítica (XVII). La “concepción virginal” (668)

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Escribe Antonio Piñero

La noción teológica de la concepción virginal de Jesús es un acto de mejoramiento e idealización de la imagen de Jesús por parte de sus seguidores. Entra en el proceso de repensar y reinterpretar al “Jesús recordado” (J. G. D. Dunn) que podría fecharse hacia los años 80-95 que son las fechas de composición que los estudiosos suele atribuir a los respectivos evangelios de Mateo y Lucas.

Pero podemos dudar de estas fechas y quizás haya que pensar en los inicios del siglo I, sin más precisiones. El argumento es la posibilidad, rayana en la certeza para Mateo, que los primeros capítulos de su evangelio, en su estado actual, fueran añadidos por otra mano (para Lucas es más dudoso, ya que el estilo de Lc 1-2 y Lc 3-24 es parecido: ambas manos imitan el lenguaje de la versión griega de los Setenta) y que recogió, a su vez dos tradiciones populares, comunitarias entre sí incompatibles: Jesús, como mesías, procede en línea genealógica carnal de David: es descendiente directo de este rey; pero a la vez su concepción y nacimiento fue virginal; el presunto padre de Jesús, descendiente de David, nada tuvo que ver genéticamente con su concepción.

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“Abba, Padre”. “Compartir” (239) de 8 de septiembre de 2016. Preguntas y respuestas.

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Escribe Antonio Piñero

Pregunta:

Muy buenas Don Antonio, le escribía para preguntarle por el término hebreo "Abbá", recientemente escuché una prédica Cristiana de un famoso pastor(Darío Silva Silva)y mencionaba que el término arameo de Abbá que se menciona tres veces en el nuevo testamento se refería además de a una forma cariñosa de dirigirse al Padre también significaba según el "Papito", he leido y consultado el diccionario de Clie pero no he podido evitar la "tentación" de preguntarle a ver si me lo podía aclarar un poco sobre todo me surge la duda en lo siguiente: ¿Si Abbá significa Padre(o Papito...) porque en la Biblia después añaden la palabra Padre("Abbá Padre")?Desde mi ignorancia parece un poco "absurdo" si Abbá significa Padre, añadir después otra vez la palabra Padre...Por este motivo es por el que le escribo, haber si pudiera arrojarme un poco de luz al respecto. Muchisimas gracias por todo, y especialmente por permitirnos el lujo de poder disponer de su tiempo y sus conocimientos sobre el Cristianismo.

RESPUESTA:

Gracias por sus palabras. Respondo: Abbá procede con casi total seguridad del Jesús histórico,no significa “papaíto”, como pronunciado por un niño pequeño, sino “Padre/Papá”, en tono familiar pronunciado por un adulto. De hecho pasa en arameo a trato respetuoso y familiar en la lengua común, e incluso a nombre propio. Busque en Internet un artículo muy famoso, de hace por lo menos 25 años, de James Barr, “Abba isn’t Daddy” (quizás en Journal of Theological Studies…búsquelo por favor). Y se lo explicará todo.

En las veces que aparece en los Evangelios y en Pablo se traduce a la vez por motivos de que no se entendiera mal, como diminutivo en exceso cariñoso. En realidad es una manera rara, pero lo quisieron así.

Pregunta:

El motivo de mi comunicación es hacerle una pregunta; pero primero presento el tema que da lugar a la pregunta.

1) El evangelista Marcos dice: “Era la hora tercera cuando le crucificaron.” (25:3).

2) El apóstol Juan afirma: “Era la preparación de la pascua, y como la hora sexta. Entonces dijo a los judíos: ¡He aquí vuestro Rey! […]. Así que entonces lo entregó a ellos para que fuese crucificado. Tomaron, pues, a Jesús, y lo llevaron.” (19: 14, 16).

Como es evidente, uno dice la hora tercera y, el otro, la hora sexta.

La pregunta es: ¿Cuál de los dos tiene razón?

Le agradeceré mucho su respuesta.

RESPUESTA:

En realidad no lo sabemos. Dentro del ámbito de la filología del Nuevo Testamento es bien conocida esta dificultad, que es bastante más seria que lo que parece, ya que los evangelistas no se ponen de acuerdo (salvo en que era un viernes) en si ese día era –comenzando por la tarde, al modo judío– el inicio de la Pascua o la preparación de ella. Y hay otros varios detalles que Usted verá claramente en una Sinopsis en los que no están de acuerdo a lo largo de la historia toda de la Pasión.

Además la historicidad general de ese relato es muy dudosa en todos los momentos en los que se supone que no pudo haber testigos presenciales (por ejemplo, en los interrogatorios ante Pilato) y en todos los pasajes que parecen inspirados en profecías del Antiguo Testamento. Por otro lado, la historia de la pasión recogida por los evangelistas –aunque quizás sea el fragmento seguido más amplio que fue recogido de una tradición anterior, pasada a texto escrito–, está llena de contradicciones, inverosimilitudes y confusiones que todo buen historiador debe poner de relieve, de modo que no se le haga caso al pie de la letra de ningún modo. Un típico caso de este entendimiento al pie de la letra, que parece histórico, pero que –en mi opinión– está radicalmente equivocado desde el punto de vista de la historiografía científica es la película de Mel Gibson sobre la pasión de Jesús.

Saludos cordiales de Antonio Piñero
Universidad Complutense de Madrid
www.antoniopinero.com

La infancia de Jesús. Revisión crítica (XVIII). La “concepción virginal”. Pablo de Tarso (669)

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Escribe Antonio Piñero

Respecto a Pablo de Tarso, tampoco tenemos que gastar mucha tinta electrónica respecto a la “concepción virginal” de Jesús como mesías porque ya hemos escrito largamente sobre la naturaleza del mesías en la entrega número XIII (que tiene varias partes) de esta serie sobre la infancia de Jesús. Así que solo rememoraré, y brevemente, aquello que es válido respecto a esta noción del nacimiento extraordinario de Jesús.

Hemos indicado repetidas veces que entre Jesús de Nazaret, o mejor Jesús el Nazoreo, se interpone el pensamiento paulino. Pablo de Tarso arte del supuesto natural y universal judío de la época que Jesús era un mero hombre (nacido de mujer; de la estirpe de David según la carne). Y sabemos también que a la vez Pablo pero considera a Jesús solo al final del proceso, como el Resucitado, el Exaltado. Y hemos aclarado que, al parecer. Según Pablo hay un proceso de adopción y apoteosis que se caracteriza por no ser un mero invento de Pablo –como sostienen los hipercríticos–, sino por seguir pautas de pensamiento muy judías, aunque místicas y minoritarias.
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Reencarnación y cristianismo primitivo. Primera parte (670)

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Queridos amigos:

A lo largo de los últimos tiempos me han planteado repetidas veces –en especial en una conferencia sobre el estado de la investigación actual en torno a Jesús de Nazaret– el tema de la reencarnación en el cristianismo primitivo. Siempre he sostenido que esa cuestión no interesó a los primeros seguidores de Jesús, judeocristianos, y que por lo tanto no se halla en el Nuevo Testamento. Y que tampoco es un tema que aparezca en la Biblia hebrea a pesar de que escenas y menciones a la evocación de espíritus y al “traslado” del Espíritu de Moisés a los Setenta y dos ancianos, Números 11,17:

“Yahvé respondió a Moisés: «Reúneme setenta ancianos de Israel, de los que sabes que son ancianos y escribas del pueblo. Llévalos a la Tienda del Encuentro y que estén allí contigo. Yo bajaré a hablar contigo; tomaré parte del espíritu que hay en ti y lo pondré en ellos, para que lleven contigo la carga del pueblo y no la tengas que llevar tú solo”
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Reencarnación y cristianismo primitivo. Introducción al tema (y II) (671)

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Hoy escriben Mercedes López Salvá y Miguel Herrero de Jáuregui

La doctrina de la transmigración fue asumida, como vemos en los respectivos capítulos de este libro, por la especulación órfica y pitagórica, y aceptada por autores como Empédocles y Platón, quien, ya en su madurez, la incorporó con algunas modificaciones a su filosofía . A través del platonismo medio el concepto de transmigración penetró, como veremos, en ciertos sectores del cristianismo alejandrino y también en el gnosticismo. Lo trataron autores como Tertuliano y los Padres capadocios. Así como Platón pensaba que el alma si era inmortal debía ser también no generada, de igual modo algunos de los primeros teólogos cristianos defendieron que el alma existía antes del nacimiento del cuerpo. Tal fue el caso de Orígenes y de los gnósticos, que tanto por influjo de Platón como por propia reflexión adoptaron esta creencia. Respecto al destino del alma estos teólogos creían que después de las necesarias purificaciones todas las almas alcanzarían el objetivo final de la visión beatífica.
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Una nota mía a la Introducción del capítulo sobre la “Reencarnación y el cristianismo primitivo” (672)

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Escribe Antonio Piñero

Una breve reflexión hoy sobre la postal de ayer, 13-9-2016, a la “Introducción” de Mercedes López Salvá y Miguel Herrero de Jáuregui, capítulo del libro sobre la “Reencarnación. La transmigración de las almas entre Oriente y Occidente, Abada Editores, Madrid, 2011.

Estoy de acuerdo con toda la “Introducción” y el artículo en su conjunto que me parece estupendo y clarificador. Pero estoy menos de acuerdo con un par de párrafos de la introducción al capítulo que paso a transcribir ahora y a comentar brevemente:

”Los primeros pensadores cristianos, cuando asumieron la concepción del hombre como compuesto de cuerpo y alma, se preguntaron, al igual que los paganos, sobre la vida del alma después de la muerte del cuerpo: si moriría con el cuerpo o le sobreviviría. En caso de sobrevivir se preguntaron por la posibilidad de una retribución post mortem para el alma de los justos o si habría alguna oportunidad para los impíos de redimir sus culpas”.

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Justino Mártir (hacia 160 d.C.) y la reencarnación (673)

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Hoy escriben Mercedes López Salvá y Miguel Herrero

Justino Mártir, samaritano de origen, griego por formación y cristiano por elección, vivió en la primera mitad del siglo II (100-165) y fue el primer autor cristiano que tuvo en alta consideración la filosofía platónica e incluso imitó el género dialógico. Es también el primer autor del que conservamos textos que abordan el tema de la transmigración (palingenesia), considerado como un “renacimiento” del alma.

En su Diálogo con el judío Trifón , cuya redacción se fecha entre el 155 y el 160, los interlocutores se plantean la cuestión de si los hombres podrán ver a Dios mediante su inteligencia cuando su alma está aún en el cuerpo, o si, por el contrario, una vez liberada del cuerpo, el alma alcanzará una visión más clara de la divinidad . Concluyen que cuando el alma es ella misma, esto es, cuando está separada del cuerpo, es cuando alcanza la mejor visión de Dios, pero afirman que cuando el alma vuelve al cuerpo, olvida lo que ha visto.

Y, así, cuando Trifón, el judío helenizado, le pregunta al filósofo, qué pena sufren las almas indignas de la divina visión, éste le responde: “Viven encarceladas en cuerpos de fieras y ese es su castigo” . Habida cuenta de que las almas reencarnadas no son conscientes de que viven en otros cuerpos en expiación de algún pecado y que, por tanto, no tienen conciencia de ser castigadas, Trifón concluye que ni las almas ven a Dios ni transmigran a otros cuerpos (metameibousin) y que los filósofos no tienen ni idea de qué cosa es el alma .

Consideran los interlocutores que la transmigración es un castigo, por cuanto que lo sufren las almas que aún no son dignas de la visión de Dios, y, a su vez, la ponen en tela de juicio porque piensan que con ella el alma no aprende, pues no es consciente de que está en otro cuerpo para expiar sus pecados. Si las almas fueran conscientes de ello, dice Trifón, “temerían en lo sucesivo cometer cualquier tipo de falta” .

Resumiendo, en este diálogo, ya responda a una realidad ya sea ficción , el filósofo convertido al cristianismo admite que las almas de los pecadores transmigran a cuerpos de animales para expiar sus pecados pero lo contrapuntea con la opinión de Trifón, a quien le parece absurda esta teoría, por cuanto que el alma que ha ingresado en el cuerpo del animal no sabe que está ahí para purificarse y, en consecuencia, no saca beneficio de ello en aras de la redención de sus pecados. También, el hecho de afirmar que el alma que ha visto a Dios antes de encarnarse, se olvida de Él, al entrar de nuevo en un cuerpo, apunta, además de a la preexistencia del alma, a la posibilidad de su reencarnación . Sin embargo, Justino prefiere pensar en una resurrección final de los cuerpos, en la que cada alma reingrese en el cuerpo que había tenido en su vida terrenal .

Saludos cordiales de M.L. Salvá y M. Herrero.

Texto tomado del capítulo “Reencarnación y cristianismo primitivo”, del libro de A. Bernabé – M. Kahle y M. A. Santamaría (eds.), “Reencarnación. La transmigración de las almas entre Oriente y Occidente”, Abada Editores, Madrid, 2011 .

Reencarnación y cristianismo primitivo. Textos gnósticos de Nag-Hammadi (V). (674)

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Hoy escriben Mercedes López Salvá y Miguel Herrero

Los textos de Nag-Hammadi se hallaron en 1945 en una jarra sellada a once kilómetros de la ciudad de Luxor. La jarra contenía 13 cuadernos, escritos en copto con 46 tratados de diferente índole, realizados por autores que discrepaban en ciertos puntos con la doctrina eclesiástica que se estaba fraguando y que compartían ciertos rasgos comunes, como el deseo del conocimiento de Dios y de identificarse con él. Algunos de estos escritos coinciden con los que la ortodoxia había condenado como heréticos por participar de lo que llamamos “pensamiento gnóstico” .

Los documentos de Nag-Hammadi fueron traducidos por primera vez a una lengua moderna en 1977 . En español contamos con una traducción completa realizada por Piñero, Montserrat y García Bazán . Los gnósticos cristianos, que tuvieron probablemente su apogeo en el siglo II, no se doblegaron a la ortodoxia de la Iglesia emergente, sino que defendían el conocimiento del hombre interior para llegar al conocimiento del Ser divino. No eran, en consecuencia, partidarios de una autoridad eclesiástica que determinara cuáles debían ser las creencias de los cristianos.
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Reencarnación y cristianismo primitivo. María Magdalena, Pistis Sofía y la reencarnación (675)

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Hoy escriben Mercedes López Salvá y Miguel Herrero

Contamos también con un texto, aparecido en el Codex Askewianus, llamado así por el nombre de su comprador, Antonio Askew, médico y coleccionista de manuscritos, quien se lo compró a un librero londinense en 1750. Este manuscrito fue publicado por primera vez en 1905 por Carl Schmidt (reeditado en 1978 en Leiden por Brill) y contiene el tratado gnóstico denominado Pistis Sophia, que versa sobre una conversación del Jesús resucitado con su madre, con María Magdalena y con algunos discípulos. El original griego de esta obra debió de escribirse en la segunda mitad del siglo III o principios del IV y probablemente se tradujo al copto sahidíco un siglo después. En español contamos con la traducción hecha desde el copto de García Bazán en 2007 en la Editorial Trotta con el título "La gnosis eterna", Madrid.

En un momento de la conversación María, la de Magdala, le preguntó a Jesús: “Señor mío, ¿de qué manera podrían las almas ser retenidas fuera o de qué modo podrían ser purificadas?” (Pistis Sophia I 33.24). La respuesta de Jesús fue harto compleja hasta el punto de que, cuando terminó de hablar, les dijo a sus discípulos: “¿Entendéis de qué modo estoy hablando con vosotros?” Pistis Sophia III 292.

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Reencarnación y cristianismo primitivo (VII) Ireneo de Lyon. Basílides. Carpócrates.

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Hoy escriben Mercedes López Salvá y Miguel Herrero

Hasta la aparición de manuscritos como el de Pistis Sophia o los códices de Nag-Hammadi nuestro conocimiento de los gnósticos procedía de los testimonios de autores cuyo objetivo era crear una identidad uniforme del cristianismo, especificar claramente las creencias que lo sostenían y anatematizar como herejes a los que se apartaran de ellas. Estos diseñadores del cristianismo oficial, que quisieron establecer las fronteras de la normativa en la cristiandad, fueron, entre otros, Ireneo de Lyon , Hipólito de Roma , Epifanio de Salamina y Tertuliano de Cartago . Gracias a sus críticas conocemos a ciertos personajes, que no comulgaron con sus cánones y a los que tildaron de “heréticos” . Algunos de ellos defendieron la transmigración de las almas. Ireneo (Contra los herejes 1.24-25) destaca entre los seguidores de esta doctrina a Basílides y Carpócrates.

Basílides vivió en Alejandría entre los años 120 y 140, y es muy probable que procediera de la Antioquía siria. Ireneo dice (Contra los herejes 1. 24. 1-2) que Basílides estuvo bajo el influjo de Simón el Mago, lo relaciona con Saturnino de Antioquía, y afirma que Basílides y Saturnino fueron discípulos de Menandro. Basílides fue un escritor prolífico, pero sólo conservamos ocho fragmentos con citas o referencias de su obra: siete han sido transmitidos por Clemente de Alejandría y uno por Orígenes . Son Basílides y Valentín los dos primeros cristianos de los que tenemos noticia en Alejandría . Ambos, señala King , aplicaron las formas platónicas al pensamiento cristiano y manifestaron un fuerte interés por la teogonía, la cosmogonía y la salvación de las almas. Orígenes los leyó y afirma que Basílides, lo mismo que Marción y Valentín , consideraba que el único castigo para el alma de los que habían pecado era pasar, después de la muerte del pecador, a algún cuerpo de animal. En el Comentario a la epístola a los Romanos (6.8.8) cita también la doctrina de la metensomatosis defendida por Basílides . Este autor quiso dar al cristianismo una estructura filosófica basada en el pensamiento griego. Uno de sus más conocidos discípulos fue Carpócrates. Los seguidores de Basílides desaparecieron en el siglo IV.

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Reencarnación y cristianismo primitivo. El cristianismo alejandrino. Clemente de Alejandría. Orígenes (VII) (677)

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Hoy escriben Mercedes López Salvá y Miguel Herrero

Geográficamente cercana al territorio donde más florecieron las teorías gnósticas –Egipto– y a la potente escuela de filosofía neoplatónica en la propia ciudad, la tradición de la teología cristiana en Alejandría es la que está más cerca de admitir la posibilidad de la reencarnación. Sus tres pensadores más importantes –Clemente, Orígenes y Sinesio de Cirene– tienen afirmaciones cuanto menos ambiguas sobre el tema.

Clemente de Alejandría

Clemente no toca directamente el tema en su obra conservada, pero hay una referencia en los Stromata (“Tapices! VII 32, 8) que dice que si un cristiano es vegetariano, no es por creer como los pitagóricos en la doctrina de la reencarnación. Esta afirmación parece indicar que Clemente rechaza la posibilidad de la transmigración. Sin embargo, el patriarca Focio en el siglo XI acusó a Clemente de haberla defendido. Este cargo proviene tal vez de una proyección sobre el alejandrino de las acusaciones vertidas sobre su discípulo Orígenes, por lo que no es prueba definitiva, aunque también es posible que Clemente no tuviera una posición clara sobre esta doctrina.

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Reencarnación y cristianismo primitivo. El pensamiento de Orígenes (VIII) (678)

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Hoy escriben Mercedes López Salvá y Miguel Herrero

Recordemos que la postal anterior (VIII) concluía con la siguiente frase
“A la metensomatósis opondrá Orígenes (Contra Celso, VII 32) el concepto de la resurrección cristiana”. Y añadimos ahora que el Padre de la Iglesia manifiesta su desacuerdo con la idea defendida por Celso de que los cristianos, cuando hablan de la resurrección, repiten lo que han oído a los paganos en torno a la metensomatósis.

Le explica su concepto de resurrección, que podría resumirse así: el alma, que es por naturaleza incorpórea e invisible, cuando se encuentra en un lugar material necesita un cuerpo que se adecue al lugar, pero este cuerpo, que es como su vestimenta, llega un momento en el que se hace superfluo y entonces el alma para ascender a las regiones etéreas más puras y celestes se reviste de lo que llevaba al principio, esto es, de inmortalidad e incorruptibilidad. El alma en ese estado en el que ya no necesita el cuerpo está en las mejores condiciones, dice, de conocer a Dios, pues para conocerlo no se necesitan los ojos del cuerpo sino los del espíritu. Afirma que el alma, cuando está separada del cuerpo, no existe en ningún lugar material pero cree en los cambios de estado del alma, especialmente cuando entra o sale de un cuerpo perecedero (V 49). Con sus palabras nuestro autor está defendiendo, a fuer de buen platónico, su creencia en la preexistencia del alma así como en su existencia más allá de la muerte, elementos constitutivos de la doctrina de la transmigración. También cree Orígenes (Comentario a Romanos VII 5,10) en la salvación final de todos los eres humanos, lo que puede equipararse al objetivo final de la transmigración, que es la total purificación de las almas.

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Sinesio de Cirene. Reencarnación y cristianismo primitivo. (IX)

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Hoy escriben Mercedes López Salvá y Miguel Herrero

Sinesio de Cirene (370-413) es el tercer autor de la escuela alejandrina que se ocupa de la transmigración. Intelectual, político y también obispo, con una buena formación en retórica y derecho, siguió en Alejandría las enseñanzas de Hipatia, quien le introdujo en la filosofía pitagórica y neoplatónica. Se le llamó el “platónico con mitra”. En su Dión, 8-9 (traduccción. española de Fernando García Romero 1995) afirma con claridad que su estilo de vida preferido es el de los griegos.

No es, pues, de extrañar que los himnos de Sinesio muestren en su vocabulario cierto colorido platónico, que comparte con los gnósticos. Así, por ejemplo, en el Himno I, en donde, en lo referente a nuestro tema, podemos leer:

“Pues tú en el universo depositaste el alma y a través del alma sembraste la inteligencia en el cuerpo” (565-566).

Estas palabras apuntan a la creencia en la preexistencia del alma. Esta creencia y la de la transmigración aparecen también en su tratado Sobre los ensueños, cuando afirma que el pneuma es el vehículo específico del alma durante el viaje que la lleva desde la patria celeste al mundo de la materia y viceversa, y que le es posible al alma purificarse con el tiempo, con el trabajo y con otras vidas con el fin de volver a ascender (7).

Añade, tal vez para armonizar sus pensamientos con la resurrección de la carne, que la sustancia corpórea no tiene otro recurso que unirse al alma cuando ésta asciende para ascender con ella, elevarse así de su caída y entrar en armonía con las esferas (10) y que para el ascenso del alma se necesita un pneuma sano. Por tanto, dice, preocuparse por tener un pneuma sano es ejercitarse en la piedad religiosa (11). Un eco de la culpa precedente y del deseo de liberación se puede percibir en el Himno III, que dice así:

“Que mi alma, sin soportar la huella de las penas, lleve una vida sosegada, con sus dos pupilas en tu resplandor, para que limpio de materia, me apresure yo por senderos sin retorno, fugitivo de los pesares de la tierra, a unirme a la fuente del alma”.

Y poco después le pide al Hijo que le envíe al Espíritu:

“Así quieras tú enviármelo, de acuerdo con el Padre, para que riegue de vida las alas de mi alma y dé cumplimiento a los dones divinos”.

Sinesio, de sólida formación platónica y obispo de la Pentápolis, parece asumir la idea de la preexistencia del alma y la doctrina de la transmigración, pues piensa que el alma puede purificarse en otras vidas para volver a ascender a Dios y aproximarse a Él por “senderos sin retorno”, liberado ya de “la huella de las penas”.

Saludos cordiales de Mercedes López Salvá y Miguel Herrero,
y subsidiariamente de Antonio Piñero

¿Puede datarse el Evangelio de Mateo hacia el 60-65? “Compartir” (240) de 25 de septiembre de 2016. Preguntas y respuestas.

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Escribe Antonio Piñero

Pregunta:

Voy directo al asunto. Se trata de la datación del evangelio de Mateo. Según he leído en su obra (y le he oído decir en montones de medios de comunicación), y en la de otros autores, el evangelio de Mateo se escribió, como mínimo, en la década de los 80. Por el valor que le doy, en concreto, a su opinión, me ha extrañado encontrar una datación muy anterior en el último libro que tengo entre manos: “Historia del Cristianismo. I. El Mundo Antiguo”. Coord. Manuel Sotomayor y José Fernández Ubiña. Edt. Trotta-Universiad de Granada. Madrid 2011 (4ª edic.). En este libro, en unas páginas centrales que vienen sin numerar, aparecen una serie de láminas. La tercera de ellas es la foto de unos fragmentos de papiros con escritos en griego. A su pie figura esta leyenda: “Fragmento del Evangelio de Mateo. Papiro Magdalen Greek 17. Luxo, Egipto (ca. 66-70 d.C.) (Dalla Terra alle genti, p. 321)”. ¿Qué le parece a Vd. esa datación?

RESPUESTA:

Esa datación es, en mi opinión y en la de la mayoría totalmente errónea. Hay otro fragmento de ese mismo papiro en la Colección de la Abadía de Montserrat, cuyo catálogo ha publicado la Prof. Sofía Torallas Tovar. La datación verdadera es de aproximadamente el 200 con argumentos sólidos, sobre todo del tipo de escritura y otros de historia de la tradición manuscrita, que arecen muy sólidos también.

La datación anterior se hizo al calor de interpretaciones erróneas del Papiro 7Q5 que no es una copia del Evangelio de Marcos sino como una parte del Libro I de Henoc, en concreto el Libro de Noé, al final. Vea mi comentario en • Guía para entender el Nuevo Testamento, Trotta, Madrid 2006. 568 pp. ISBN: 84-8164-832-9 5ª edic. 2016, pp. 66-67 Ubiña y Sotomayor pertenecen a los historiadores de la Iglesia que creo confesionales y a veces pueden dejarse llevar por la apologética. De los dos me consta sus buena voluntad, a pesar de ese deseo que creo semiconsciente.

La datación del Evangelio de Marcos quizá haya que retrasarla hacia el 72-75, con lo que la de Mateo haya que situarla hacia el 85. Esto parece hoy bastante seguro. Le recuerdo que he escrito sobre esto sintética y claramente en “Ciudadano Jesús” (www.ciudadanojesus.com).

Saludos cordiales de Antonio Piñero
Universidad Complutense de Madrid
www.antoniopinero.com

El feroz ataque de Tertuliano. Reencarnación y cristianismo primitivo (X) (680)

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Hoy escriben Mercedes López Salvá y Miguel Herrero

Tertuliano (160?-225) es el apologista latino que con más detalle y profundidad censura la doctrina de la transmigración. En su obra De anima repasa y refuta las ideas sobre el alma de ciertos gnósticos, valentinianos y carpocratianos, y de los filósofos griegos, por considerar que en ellas está la raíz de la doctrina de la transmigración.

El principal objeto de sus ataques es Platón, quien, partiendo de una “antigua doctrina” que Tertuliano con razón supone pitagórica (De anima 28,1), describe con detalle la transmigración en el Fedón y en el Timeo, y por ello resulta “condimentador de todas las herejías” (23,5).

Tampoco faltan las tópicas menciones a Pitágoras y Empédocles que encontraremos en otros cristianos –como Gregorio de Nazianzo– en torno al mismo tema. La estancia de Pitágoras en el Hades, su recuerdo de su previa reencarnación en Euforbo (28,2-5; 31,4), el verso de Empédocles en que dice haber sido pez y arbusto (32,1), las leyendas de la conversión de Homero en pavo y de Orfeo en cisne (33, 8) son anécdotas típicas, alegadas como antiguos ejemplos de la doctrina de la transmigración por el neopitagorismo, y ridiculizadas por Tertuliano con sorna siguiendo la tradición apologética. Recuérdese que la transmigración del alma de Homero al cuerpo de un pavo debe de ser una leyenda tardía (Persio, Sátiras 6,11.) fruto de una visión de Ennio en sueños – obviamente implicando la posterior encarnación en el propio poeta latino. Tertuliano no menciona a Orfeo expresamente, pero cuando dice “los poetas se convierten en pavos y cisnes, si es que la voz del cisne es agradable”, es claro que se refiere al pasaje de Platón (República 620a) en que Orfeo se reencarna en cisne
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Arnobio de Sica y su ambigüedad respecto a la reencarnación (XI) (681)

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Arnobio de Sica y su ambigüedad respecto a la reencarnación (XI) (681)

Hoy escriben Mercedes López Salvá y Miguel Herrero

Arnobio de Sica (253-327), sucesor de Tertuliano en la retórica apologética norteafricana, presenta un siglo después en su Adversus nationes un pasaje que parece no descartar la posibilidad de la reencarnación:

“Y aunque fuera verdad lo que en los cultos de misterios se dice, que las almas de los malvados van al ganado y a otros animales, después de vestirse de cuerpos humanos, se prueba más claramente que estamos cerca de otras formas de vida y no nos separan grandes distancias” (Adversus nationes = Contra los gentiles II 44-45).

Su ambigua referencia, como la de Clemente antes señalada, pretende probar un razonamiento diferente, la cercanía del hombre y el animal, y por tanto no indica definitivamente que Arnobio creyera de hecho en la metempsicosis, aunque deje la puerta abierta. Probablemente en este texto el apologista africano “construyó un puente que no llegó a cruzar” como afirma H. Zander. No deja de ser curioso que Arnobio presente la misma ambigüedad en su condena que Clemente de Alejandría, que es su fuente directa para muchos aspectos de la religión griega.

A partir del siglo IV ya las escasas referencias a la reencarnación en autores cristianos latinos se limitan a la polémica antiplatónica (Lactancio, Ambrosio), antiorigenista (Jerónimo) y antimaniquea (Agustín), sin desarrollar nuevos temas (Lactancio, Divinae Institutiones = Las instituciones divinas III 18,15. Ambrosio de Milán Sobre la resurrección 65-66, 127). Desde el Concilio de Nicea la reencarnación en la parte occidental del Imperio parece haber quedado como mero recuerdo literario y perdido toda fuerza como amenaza para un cristianismo ya triunfante que se enfrentaba a otros problemas distintos.

Saludos cordiales de Mercedes López Salvá y Miguel Herrero,
y subsidiariamente de Antonio Piñero

Los Padres de la Iglesia de Capadocia. Reencarnación y cristianismo primitivo (XII) (682)

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Hoy escriben Mercedes López Salvá y Miguel Herrero

En la parte oriental del imperio la transmigración de las almas mereció aún en el siglo IV detallada atención de los más ilustres autores cristianos de la época. En Atenas, donde habían ido a formarse en filosofía, se encontraron tres personas, a las que unió una gran amistad: Gregorio de Nazianzo, Basilio de Cesarea y Juliano, que más tarde llegaría a ser emperador y al que se le dio el sobrenombre de “el Apóstata”.

La amistad de Gregorio y Basilio duró toda la vida. Nacidos el mismo año (329), recibieron ambos una esmerada educación en filosofía y retórica con estancias de estudio en Constantinopla y Atenas, y visitas a Alejandría. Ambos fueron ermitaños y obispos. Basilio organizó el monacato cenobítico, regulando la vida de monjes y ascetas para que vivieran en pequeñas comunidades, pues además de pensador y teólogo fue un gran organizador. Gregorio vivió en la tensión entre aceptar el compromiso de cargos eclesiásticos y su deseo de retirarse al desierto para dedicarse a la oración y a la poesía.

A las actividades de Gregorio y Basilio pronto se unió el hermano menor de éste, llamado también Gregorio y conocido como “el de Nisa” por haber sido obispo de esa diócesis. Gegorio de Nisa o Niseno no viajó fuera para estudiar como hiciera su hermano sino que recibió su formación de Basilio. Él mismo afirma que no tuvo mejor maestro que su hermano, al que después llegó a superar por la profundidad de su pensamiento. El Niseno conoció bien la filosofía griega clásica y helenística y también el neoplatonismo y admiró la obra de Orígenes.

Estos tres personajes –Gregorio de Nazianzo, Basilio de Cesarea y Gregorio de Nisa– constituyen el trío conocido como “Padres capadocios”. Dieron al cristianismo desde Capadocia –en el interior de la actual Turquía– una estructura intelectual, de acuerdo con las categorías filosóficas griegas, que contribuyó, sin duda, a su permanencia, al armonizar la doctrina cristiana con la paideia o educación griega Con ello el cristianismo se aseguró la hegemonía política y cultural en el mundo tardoantiguo y probablemente su influencia en el mundo bizantino y en la Europa occidental.

Los padres capadocios estudiaron el pensamiento griego y muy especialmente a Platón. También leyeron y conocieron la obra que les legó Orígenes pero, a pesar de que en muchos temas se consideraron seguidores suyos, en otros discreparon. Reflexionaron sobre la naturaleza del alma, sobre su origen, su destino y sobre su unión al cuerpo. No aceptaron la transmigración y quisieron tomar distancia de ella, pero la conocieron y se sintieron en el deber de criticar algunos de sus puntos, como, por ejemplo, la creencia en que un alma humana pudiera pasar a un animal o a un vegetal y que también pudiera hacer el camino inverso. Ello demuestra que en el siglo IV seguía, en efecto, abierto el debate sobre este tipo de cuestiones que iniciaran órficos y pitagóricos, y que contaba aún con seguidores entre los cristianos y entre todos aquellos formados en el neoplatonismo.

Saludos cordiales de Mercedes López Salvá y Miguel Herrero,
y subsidiariamente de Antonio Piñero

Nota: como hemos indicado ya varias veces, esta postal es parte del capítulo del libro editado por Alberto Bernabé, Madayo Kahle y Marco Antonio Santamaría (eds.), con el título “Reencarnación. La transmigración de las almas entre Oriente y Occidente”, Abada Editores, Madrid, 2011.

Gregorio de Nazianzo. Reencarnación y cristianismo primitivo (XIII) (683)

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Hoy escriben Mercedes López Salvá y Miguel Herrero

Gregorio de Nazianzo en su tratado poético Sobre el alma reflexiona sobre ella, sobre su función en la economía divina y su relación con el cuerpo. Critica la doctrina de la transmigración, pues, dice, le resulta difícil creer en un alma común que vaga por el aire, que ingresa en múltiples cuerpos y que cambia constantemente “como premio a su virtud o como castigo por sus faltas”.

No admite tampoco que un alma humana pueda convertirse en fiera, planta, ave, pez o reptil y no sin ironía asegura no haber visto nunca matorral que hable ni pez que no nade mudo por las aguas del mar. Su crítica a la reencarnación es, sin embargo, compatible con la adopción del vocabulario órfico y platónico para expresar a continuación su propia doctrina del alma. En realidad, Gregorio no hace sino sustituir las “teorías falsas” que circulaban en poemas –de Orfeo y Empédocles, sobre todo– por la propia.
Sin embargo, en sus poemas se trasluce que algunas de las implicaciones de la doctrina de la transmigración no era ajena a su pensamiento. Afirma, en efecto, que el alma cae desde fuera al cuerpo carnal (versos 79-80), lo que, desde luego le acerca a la idea de la preexistencia del alma. También al final del poema retoma la metáfora del viaje, con la que inicia su obra Sobre los principios, para decir que en última instancia todo hombre cual navegante que ha sufrido ventosas tormentas, vuelve a puerto, o bien dirigido por suaves brisas o bien con fatigoso remo culmina su viaje.

Recoge la misma idea en el poema Sobre las alianzas y epifanía de Cristo en la que se le compara al caminante que, tras su esfuerzo, recupera el aliento y retoma su paso de nuevo. Termina con una imagen cíclica que evoca en versión cristiana los ciclos y ciertos conceptos de la transmigración de las almas. Así dice:

Común es para todos el aire y común es también la tierra, común es el ancho cielo y las estaciones que cíclicamente cumplen su curso, y común para todos los hombres es el bautismo que trae la salvación a los mortales (95-99).

Sin embargo, pese a la adopción de cierta terminología coincidente con la reencarnación, su rechazo de ésta es claro y consecuente.

Ya falto poco para terminar esta serie

Saludos cordiales de Mercedes López Salvá y Miguel Herrero,
y subsidiariamente de Antonio Piñero

Nota: como hemos indicado ya varias veces, esta postal es parte del capítulo del libro editado por Alberto Bernabé, Madayo Kahle y Marco Antonio Santamaría (eds.), con el título “Reencarnación. La transmigración de las almas entre Oriente y Occidente”, Abada Editores, Madrid, 2011.

Basilio de Cesarea. Reencarnación y cristianismo primitivo (XIV) (684)

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Hoy escriben Mercedes López Salvá y Miguel Herrero

Basilio de Cesarea, San Basilio el Grande (Homilías sobre el Hexameron= la obra de la creación en seis días, III 8) también quiso mantenerse dentro del credo niceno y adoptar las posturas “oficiales” de la Iglesia. Mostró su desacuerdo con los estoicos por haber introducido la doctrina de las infinitas destrucciones y renacimientos (paliggenesas).

En la homilía en la que comenta el pasaje del Génesis sobre la formación del mundo, explica las diferencias entre el alma humana y la de los animales (VIII 2). Argumenta que esta última perece cuando la carne perece y dice, de acuerdo con las Escrituras (Levítico 17,11 y Deuteronomio 12,23), que “el alma de todo animal es su sangre, que la sangre, cuando se espesa, se convierte en carne, y que la carne, una vez corrompida, se disuelve en la tierra” y que, por tanto, no es posible el recorrido inverso. Le asombra que ciertos filósofos equiparen sus almas a la de peces o perros. Dice, no sin ironía, que él no podría afirmar si tales filósofos en otra vida fueron peces, pero que puede afirmar con toda seguridad que en esta cuestión se muestran más irracionales que los peces (Homilía VIII 2). Equipara esos filósofos a los intérpretes de sueños, que dan el significado que quieren a las imágenes oníricas y les censura que introduzcan sus pensamientos personales en los textos bíblicos.

Frente a ese tipo de cambios que supuestamente se producen en la transmigración, Basilio invita a sus lectores a creer en la transformación que anuncia Pablo de Tarso en el momento de la resurrección (VIII 8). Les anima a no abdicar de su fe y a aceptar las promesas de cambio que Pablo les anuncia (1 Corintios 15.35-50). Les critica por no creer en los cambios y la transformación que sobrevendrán con la resurrección, cuando, sin embargo, aceptan con normalidad, por ejemplo, las transformaciones de los insectos voladores.

Llama también la atención de las mujeres, para que se den cuenta de que el hilo de sus vestidos de seda procede de las transformaciones de las larvas. Imagina Basilio la vida futura como una restauración del estado original y parece que la concibe no como algo individual sino universal bajo la guía del Espíritu Santo, cuya actividad, dice, pasa de una persona a todas las demás y ofrece ayuda adicional a los que sufren por no alcanzar los dones divinos (Reglas, cuestión VII 2.

Saludos cordiales de Mercedes López Salvá y Miguel Herrero,
y subsidiariamente de Antonio Piñero

Gregorio de Nisa. Reencarnación y cristianismo primitivo (XV) (685)

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Hoy escriben Mercedes López Salvá y Miguel Herrero

Gregorio de Nisa en su tratado Sobre la creación del hombre se plantea si fue primero el alma o el cuerpo o si su creación es simultánea. No le parece adecuada la idea de la preexistencia del alma, y, aunque no lo nombra, señala a Orígenes, pues él mantuvo la teoría de que el alma que cae al cuerpo es la que se ha apartado del bien.

Tampoco está de acuerdo con la teoría de “Moisés” expuesta en el Génesis de que Dios hizo primero el cuerpo del hombre para después dotarle de alma. Gregorio piensa que la creación de cuerpo y alma debió de ser simultánea y gradual en su desarrollo. Argumenta el de Nisa respecto a los que creen en la preexistencia de las almas que lo que les ocurre es que no se han purificado aún de la doctrina de la metensomatosis imaginada por los griegos, lo que le da pie para hacerle la crítica.

Respecto a los que creen que primero se creó el cuerpo y después el alma, les argumenta que nada hay inanimado que tenga la facultad de moverse y crecer, y además que esta postura vendría a decir que el alma se creó en función del cuerpo y que eso es tanto como decir que el cuerpo es más importante que el alma, pues ésta estaría al servicio de aquél, cuando, en su opinión, no es lo espiritual lo que está al servicio de lo material.
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